Ayer decía a mi niña, Adolfina, que los cumpleaños solo deberían celebrarse hasta los 40, porque de ahí en adelante se inicia la etapa de declive de la vida donde, en lugar de ir avanzando, vamos retrocediendo, en declive por el peso involutivo de la Naturaleza con sus sutiles leyes mecánicas simbolizadas en el Arcano 10 del Tarot, también conocida como la Rueda del Samsara o de Nacimiento y Muerte, Evolución e Involución, Ascenso y Descenso.

Sin embargo, en ocasiones los familiares (no todos) y los amigos (tampoco todos) sacan de su preciado tiempo para felicitar al que cumple año, como este servidor, que, pese a estar próximo de la ruta por donde viene, guadaña en mano, la que no perdona el ocaso del tiempo, aún tiene cosas que resolver, ya no tanto con lo que fue, sino con lo que será, porque, más allá de la realidad de este mundo en que existimos, hay otras realidades conocidas y desconocidas con las cuales tendremos que enfrentarnos más allá de la vida y más allá de la muerte.

Cosas también relacionadas con la Ley de la Balanza y esos ángeles verdugos del Karma que solo perdonan al alma que haya saldado viejas deudas porque, de lo contrario, el peso de esa ley universal, de la cual no se escapan ni hombres ni dioses, es más terrible que el peso de la mole planetaria sobre la que vivimos, aunque como Sísifo.

Dios bendiga a todas las almas que han salido de su caparazón intelectual y roto con la momentaneidad de su cotidiano afán para felicitar a este pobre mortal, que para las leyes de los hombres no vale un comino, pero tal vez sí para el que lo envió a este ingrato mundo donde reina como diosa la ley del más fuerte (políticamente), y del que más tiene (económicamente), aunque su peso ético y moral yazga en las Moradas de Plutón.

Gracias a todos, en especial a la madre sacerdotisa del ético ejercicio periodístico en la República Dominicana: Mercedes Castillo.