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Nostalgia espiritual

Hace mucho tiempo viví con doña Sophía. Su cuerpo inmaculado me sostenía extasiado.
Su voz, sutil y dulce como la flauta, era el alimento que consumía mi alma.
Su cabellera, de donde tomó su color la noche, me servía cada noche de almohada.

El perfume de su aliento le impregnó el olor a las flores de nardo.
Era la esencia misma de la armonía.

El tiempo me separó de ella.
El tiempo es un traidor. Me inculcó su racionalismo vano y soberbio.
¡Cuánto anhelo volver con doña Sophía!, beber en su copa de oro el vino de la filantropía.

Los recuerdos son clavos de acero que fijan la memoria a la pared invisible de la fantasía.-

Gracias a la querida amiga Juana Cristina Sánchez Reinoso por recordarme este fragmento de poesía, del que nada recordaba.

 

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