| |

Las parafilias (7)

TEMAS DE MEDICINA

 Por: Adolfo Paniagua Contreras 

Masoquismo sexual

 Introducción

Venimos abordando diversos elementos constitutivos de lo que en psiquiatría se denomina trastornos parafílicos, que son un conjunto de conductas sexuales en personas de ambos sexos (en el hombre más que en la mujer) que desacuerdan o no encuadran en los parámetros generales de comportamiento de la sociedad respecto a lo que se considera normal o anormal en la convivencia sexual de parejas heterogéneas.
Como podrán notar los lectores familiarizados con este tipo de literatura, no se trata de presentar estos temas con rigurosa sujeción a las reglas de la ciencia de su esfera, sino de informar debidamente a la gente que pueda estar interesada en el conocimiento de estas variables de comportamiento de la sexualidad, aunque respetando lo básico o esencial en la exposición de aspectos científicos que merecen mantenerse a la altura de su naturaleza.
Ya comentamos sobre el trastorno de sadismo sexual, ahora tratamos sobre su coetáneo o hermano gemelo: el masoquismo o algolagnia pasiva, en término más técnico. (cfr. Diccionario Enciclopédico Taber de Ciencias de la Salud, p.52).
Es notorio que mientras en la algolagnia activa (sadismo) la persona que tiene ese trastorno goza, disfruta morbosamente de hacer sufrir a su presa, con tendencia al incremento de modalidades más crueles de tortura, en la algolagnia pasiva (masoquismo) sucede lo contrario: quien padece de este trastorno no puede disfrutar de las relaciones sexuales sin que sea azotado, es decir, necesita de las torturas de su contraparte para responder a los sentidos de la exaltación o exacerbación sexual, con tendencia a exigir  cada vez mayor dosis de brutalidad como estímulo a su respuesta libinidosa.
Aquí hay que hacer un paréntesis para aclarar que, aunque el masoquista urge del azote de su pareja, el azotador no necesariamente es sádico, aunque, circunstancialmente, para cumplir con los requerimientos de su cómplice en la aventura sexual, tenga que desempeñarse como tal.
Se calcula que alrededor del 15% de la población tiene que experimentar algún tipo de dolor para satisfacer sus impulsos eróticos, aunque esos rasgos masoquistas no sean suficientes para establecer la categoría del trastorno propiamente dicho. J. Morrison especifica tres modalidades o características principales que conforman la conducta del sujeto masoquista: dolor, humillación y falta de control.
El autor citado, sugiere que de este componente de los trastornos parafílicos existe una significativa representación de las mujeres, sin presentar porcentaje respecto de los hombres. “Algunas mujeres incluso aceptan que les gusta ser golpeadas (en las nalgas) durante las relaciones sexuales o que tienen fantasías en torno a ser forzadas a tener sexo. El masoquismo sexual es así el único comportamiento parafílico en el que parece participar un número apreciable de mujeres”, indica. (cfr.Trastorno de masoquismo sexual, ob. cit. p. 578)

Diagnosis

En sus Criterios diagnósticos, el “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” (DSM-5), sostiene:
A. Durante un período de al menos seis meses, excitación sexual intensa y recurrente derivada del hecho de ser humillado, golpeado, atado o Sometido a sufrimiento de cualquier otra forma, y que se manifiesta por fantasías, deseos irrefrenables o comportamientos.
B.  Las fantasías, deseos sexuales irrefrenables o comportamientos causan malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas-importantes del funcionamiento”. pág.694
En este criterio B de diagnóstico hay desacuerdo sobre lo que al respecto sostiene J. Morrison en su “Guía para el Diagnóstico Clinico”, p.578, cuando argumenta: Casi todas las personas que incurren en algún comportamiento masoquista tienen un buen desempeño, tanto social como psicológico”.
Sin embargo, creo que hay un error de enfoque en este manual donde al exponer las manifestaciones taxativas del comportamiento de la persona con TMS (Trastorno de Masoquismo Sexual), dice textualmente: “Los comportamientos implicados incluyen atar, vendar los ojos, golpear las nalgas, cortar y producir humillación (mediante defecación, micción o al forzar al miembro sumiso de la pareja a imitar a un animal). Es probable que lo más frecuente consista en recurrir al maltrato físico de algún tipo”. Como podrán notar los amigos lectores, el cuadro descripto no corresponde al trastorno de masoquismo, sino de sadismo o sado-masoquismo. Puede que se trate de un error involuntario que no se llegó a corregir antes de publicar esta voluminosa obra. Pero, en casos extremos, es posible que el masoquista tenga rasgos más inclinados al sadismo, ya que también: “Al asfixiar, pinchar o dar toques eléctricos, algunos masoquistas se producen dolor”. (cfr. op.Cit.)

Contradicción

Entre tener una conducta determinada y admitir que se tiene, media una incongruencia o contradicción de lo fáctico y lo virtual. Y de esa incongruencia es objeto el DSM-5 de la Asociación Americana de Psiquiatría cuando establece los criterios para tipificar cuándo hay o no trastornos parafílicos en una determinada persona, pues, dice que para diagnosticarla como tal ésta debe admitir que tiene las pulsaciones que caracterizan el cuadro sintomático.
“Los criterios diagnósticos del trastorno de masoquismo sexual han sido concebidos para aplicarse a los individuos que admiten libremente tener ese tipo de interés parafílico. Estas personas reconocen abiertamente su excitación sexual intensa al ser humillados, golpeados, atados o sometidos a sufrimiento de cualquier otra forma, y el trastorno se manifiesta por sus fantasías, deseos sexuales irrefrenables o comportamientos. Si esos individuos refieren también problemas psicosociales debido a sus preferencias sexuales o su inclinación a ser humillados, golpeados, atados o sometidos a sufrimiento de cualquier otra forma, entonces pueden ser diagnosticados de trastorno de masoquismo sexual. Por el contrarío, si refieren no sufrir malestar, traducido por ausencia de ansiedad, obsesiones, culpa o vergüenza en relación con esos impulsos parafílicos y éstos no suponen un obstáculo para alcanzar otras metas personales, podría afirmarse que tienen inclinaciones sexuales masoquistas, pero no deberían ser diagnosticados de trastorno de masoquismo sexual”. (cfr. p.694)
En mi opinión este es un criterio discriminativo, ya que en otros trastornos psicológicos y psiquiátricos quien determina la condición del paciente son los hallazgos anamnésicos y semiológicos de la personalidad o de la salud general del paciente. Si no es así, entonces de qué sirve esto:
“Estamos convencidos que la Semiología Psiquiátrica es una rama médica que nos permite un lenguaje técnico para llegar a un diagnóstico dinámico de los trastornos mentales y no solamente a una descripción fría y detallada de signos y síntomas”. “Principios de Semiología Psiquiátrica”. (Luis Carlos Taborda R. et al, p.12).
Es lógico que quien determina si un paciente tiene determinado cuadro clínico es el médico, quien a partir de los datos aportados y los que él pueda deducir de la entrevista y otros recursos exploratorios puede establecer un diagnóstico real de la situación del consultante.
Naturalmente, entendemos que en estos asuntos, bastante complejos, hay muchas implicaciones de índole social, económica, familiar, médico-legal, etc., por lo que resulta difícil decirle a una persona: “usted tiene tal padecimiento”, si ella no aporta los datos. Ahora bien, los pacientes con trastornos mentales niegan su condición, pero el psicólogo clínico o el psiquiatra lo inscriben en la nomenclatura de enfermos mentales cuando su análisis y olfato profesional les indica que es correcto.
Etiogénesis
Hasta ahora los estudios sobre el origen de estos trastornos son cronológicos: se ubican en una determinada etapa de la vida del individuo, como la infancia, la pubertad, etc., pero no en los factores psicógenos que los desencadenan. Algo común en las especialidades psiquiátricas es que comparten el criterio subjetivo de que en la constitución de este malestar y otros trastornos parafílicos concurren: Culpa, vergüenza, frustración sexual intensa, soledad, morbilidad psiquiátrica, hipersexualidad e impulsividad sexual y deterioro psicosocial, pero, al parecer, ignoran las posibles causas genéticas, embriológicas, endocrinas, medioambientales, etc., que determinan los trastornos parafílicos y de personalidad.

Similar Posts

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *