La valentía de la reina de Saba ante el acoso del rey Salomón (TDT)

Tomado de: El anillo de Salomón, de Jonathan Stroud.

"…La noche había caído sobre Marib y la ciudad descansaba en silencio. La reina de Saba se encontraba a solas en sus aposentos, leyendo textos sagrados. Al tender la mano hacia la copa de vino, oyó un revoloteo junto a la ventana. En el alféizar había posada un ave, un águila que se sacudía esquirlas de hielo de las plumas y la observaba fijamente con sus fríos ojos negros. La reina se la quedó mirando unos instantes y luego, conocedora de los espejismos de los espíritus del aire, se dirigió a ella.—Si acudes en son de paz, entra. Bienvenida seas.

Al oír aquello, el águila abandonó el alféizar de un salto y se convirtió en un esbelto y atractivo joven de cabello dorado y ojos negros de mirada tan gélida como la del águila. Llevaba el torso desnudo salpicado de esquirlas de hielo. —Traigo un mensaje para la reina de estas tierras —anunció el joven. La reina sonrió.

—Soy yo a quien buscas. Has venido de muy lejos y has volado a grandes alturas. Eres un invitado en mi casa y te ofrezco todo lo que tengo. Si deseas refrescarte, descansar o cualquier otra cosa, solo has de pedirlo y te será concedido.

—Sois muy amable, reina Balkis, pero no preciso de nada de ello. Debo entregaros el mensaje y oír vuestra respuesta, aunque primero habéis de saber que soy un marid de séptimo nivel y esclavo de Salomón, hijo de David, rey de Israel y el hechicero más poderoso sobre la faz de la Tierra. —¿Otra vez? —dijo la reina sonriendo—. En tres ocasiones he recibido una pregunta de tu rey y en las tres ocasiones le he dado la misma respuesta. De la última no hace ni una semana. Espero que ya haya aceptado mi decisión y que no vuelva a pedirme lo mismo una cuarta.

—En cuanto a eso —dijo el joven —, enseguida lo averiguaréis. Salomón os envía sus saludos y os desea salud y prosperidad. Os agradece que considerarais su última proposición, la cual retira de manera formal. Sin embargo, exige que lo reconozcáis como vuestro señor y soberano y que aceptéis pagarle un tributo anual, el cual será de cuarenta sacos de incienso de dulce aroma de los bosques de la bella Saba. Si accedéis a ello, el sol seguirá brillando sobre vuestros dominios y vuestros descendientes y vos disfrutaréis por siempre jamás de una gran prosperidad. Negaos y…, sinceramente, el panorama es bastante más desolador.

Reina de Saba
REferencia de la Sociedad Geográfica Española

Balkis había dejado de sonreír. Se levantó de la silla. —¡Habrase visto petición más insolente! ¡Salomón no tiene ningún derecho sobre las riquezas de Saba, del mismo modo que tampoco lo tiene sobre mí!

—Tal vez hayáis oído decir que Salomón posee un anillo mágico — repuso el joven— con el cual puede alzar un ejército de espíritus en un abrir y cerrar de ojos. Es por dicha razón que los reyes de Fenicia, Líbano, Aram, Tiro y Edom, entre muchos otros, ya le han jurado fidelidad y amistad. Le pagan vastos tributos anuales en oro, madera, pieles y sal, y se consideran afortunados de no ser destinatarios de su ira.

—Saba es un reino antiguo y soberano —contestó Balkis fríamente—, y su reina no se postrará de rodillas ante ningún extranjero infiel. Puedes volver y decírselo a tu amo.

El joven no se movió, sino que prosiguió en un tono más coloquial. —En realidad, oh, reina, ¿de verdad consideráis que el tributo propuesto es abusivo? ¿Cuarenta sacos de los cientos que recogéis cada año? ¡No vais a arruinaros! —Unos dientes blancos lanzaron un destello a través de la sonrisa que dibujaban sus labios—. Además, desde luego, es mucho mejor que acabar sacada a rastras y cubierta de harapos de una tierra arrasada mientras vuestras ciudades arden y vuestro pueblo perece.

Balkis ahogó un grito y dio un paso hacia la criatura insolente, pero se detuvo cuando vio el brillo en los oscuros ojos vacíos. —Demonio, has excedido en demasía tus funciones —replicó la reina tragando saliva—. Te exijo que abandones estos aposentos al instante o haré venir a mis sacerdotisas para que te den caza con sus redes de plata. —Las redes de plata no me preocupan —replicó el espíritu acercándose a ella.

La reina y Salomón
La valiente reina de Saba, solo conocida por Balkis, rechazó en 4 oportunidades propuestas del rey Salomón de convertirla en una más de sus 700 concubinas, según los viejos relatos históricos.

Balkis retrocedió. La reina guardaba un globo de cristal en el armario que había junto a la silla, el cual, al romperse, hacía saltar una alarma y llamaba a su guardia personal. Sin embargo, cada paso que daba la alejaba del armario y de la puerta. Su mano buscó a tientas el puñal engastado de joyas que llevaba en el cinto.

—Oh, yo no haría eso —le avisó el demonio—. ¿Acaso no recordáis que soy un marid, un ser capaz de conjurar tormentas y hacer surgir nuevas islas en el mar susurrando una palabra? Y aun así, a pesar de mi poder, soy el último y más humilde de los esclavos de Salomón, cuya gloria y orgullo no halla rival entre los hombres.

El demonio se detuvo. Balkis todavía no había llegado a la pared, pero ya notaba la piedra muy cerca de la espalda. La reina se irguió sin apartar la mano de la empuñadura de la daga, con expresión impasible, como una vez le habían enseñado.

Hace mucho tiempo serví a los primeros reyes de Egipto —prosiguió el demonio—. Les ayudé a erigir sus tumbas, hoy todavía consideradas maravillas del mundo. Sin embargo, la grandeza de esos reyes se asienta como el polvo ante el poder que ostenta Salomón.

Dio media vuelta y atravesó la estancia con pasos despreocupados en dirección al hogar. El hielo de lo hombros que todavía no se había derretido se fundió rápidamente y gotas de agua rodaron por sus largas y morenas extremidades, formando pequeños reguerillos.

¿Habéis oído lo que ocurre cuando no se acata su voluntad, oh, reina? —dijo en voz baja—. Yo lo he visto de lejos. Lleva el anillo en el dedo. Lo gira una vez. Aparece el espíritu del anillo. Y luego, ¿qué? Ejércitos enteros cruzan el cielo, las murallas de las ciudades se desmoronan, la tierra se abre y el fuego devora a sus enemigos. Hace comparecer incontables espíritus en un abrir y cerrar de ojos, a cuyo paso el mediodía se convierte en medianoche. El suelo se estremece con el batir de sus alas. ¿Deseáis presenciar esa imagen aterradora? Oponeos a él, y sin duda seréis testigo de ella.

Pese a todo, Balkis había recuperado la seguridad en sí misma. Se acercó al armario con paso resuelto y se quedó junto a este, tensa de ira, con una mano en el cajón donde guardaba el globo de cristal.

—Ya te he dado mi respuesta —contestó con sequedad—. Regresa junto a tu amo. Dile que lo rechazo por cuarta vez y que no deseo recibir más mensajeros. Además, dile también que, si insiste en su cruel avaricia, haré que se arrepienta de haber oído mi nombre.

—Oh, permitidme que lo dude — replicó el joven—. Apenas huelo la magia a vuestro alrededor y Marib no es conocido por sus logros ni con la brujería ni con las armas. Una última advertencia antes de que inicie el largo vuelo de vuelta a casa: mi amo es una persona razonable y sabe que es una decisión difícil para vos. Tenéis dos semanas para cambiar de opinión. ¿Veis eso? —El demonio señaló la ventana, al otro lado de la cual una luna amarillenta relucía tras las espigadas torres de adobe de la ciudad—. Esta noche hay luna llena. ¡Cuando haya menguado hasta extinguirse, tened preparados los cuarenta sacos en una pila en el patio de armas! Si no lo hacéis, el ejército de Salomón alzará el vuelo. ¡Dos semanas! Mientras tanto, os agradezco vuestra hospitalidad y el calor de vuestro hogar. Aquí os dejo un caluroso presente de mi parte. Consideradlo un pequeño fuelle con que ayudaros a avivar las ideas.

El demonio levantó una mano sobre la que una bola de fuego anaranjado empezó a hincharse hasta que salió despedida como un rayo. El último piso de la torre más cercana estalló en llamas. Ladrillos incandescentes se precipitaron hacia la oscuridad y se oyeron chillidos al fondo del abismo.

Balkis lanzó un grito y arremetió contra el joven, quien sonrió con desdén y se encaminó hacia la ventana. Un movimiento desdibujado por lo veloz, una ráfaga de aire y un águila salió volando por la ventana, rodeó las densas columnas de humo escorándose ligeramente y desapareció entre las estrellas"…

 

 

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