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Cuesta mucho creerlo, pero es la verdad: yo figuraba en el listado

Cuando el 27 de septiembre de 1974 el Movimiento de Liberación Nacional 12 de enero, mejor conocido por “Grupo Plinio”, secuestró a la diplomática estadounidense Bárbara Hutchinson en la embajada de Venezuela, supe la noticia porque unos presos “de confianza” fueron a la celda donde yo estaba y, con expresión de alegría en sus rostros, me dijeron: Paniagua, te vas para México. ¿Cómo, que me voy para dónde?, les contesté con asombro e incredulidad.  Para México, me dijo Suazo. ¿Tú no sabes que un comando guerrillero del Grupo Plinio, encabezado por Radamés Méndez Vargas, secuestró a una funcionaria norteamericana y piden la libertad de 33 presos políticos y tú estás en la lista? No lo sabía, le dije, al tiempo de sentir cómo se aceleraba mi corazón, pues, a pesar de que solo llevaba 5 meses en aquella mazmorra, la noticia me infundió alegría, esperanza de vida, ya que estaba seriamente amenazado de muerte por el comandante de la dotación militar, el capitán Fernando Sánchez Aybar, quien, pese a que nunca me puso un dedo encima, ordenaba crueles golpizas contra mí y, señalándome con el índice, me decía: “A ti te mato yo, sea como sea”.

Bárbara Hutchinson, era agregada a la misión cultural de la Embajada de Estados Unidos en República Dominicana

La información del secuestro se regó como pólvora por todo el recinto carcelario, por lo que me convertí en la atracción de los reos, y hasta los “chivatos” mostraban su simpatía conmigo porque me iba para México.

Pero, la expectativa, el optimismo, la sensación de libertad que se apoderaron de mi tras conocer que mi nombre figuraba en el listado de los presos políticos que el comando exigía liberar con destino a México,  duraron poco tiempo: el objetivo se frustró tan pronto un ciudadano chino llamado Pablo Chao se lanzó de la segunda planta y, con todo y brazo y costilla rotos, relató al contingente policiaco-militar que rodeaba la embajada, que no eran 19 los guerrilleros, y que no estaban fuertemente armados, como se creía. Eran apenas 6 jóvenes, con rústico armamento: Méndez Vargas, Frank Santana, hermano de Héctor Isidro Santana, preso en La Victoria; Colombino Pérez, Nicolás Contín, Jesús María Pacheco (Canita) y Fernando Antonio Peña.

Agentes policiales auxilian al ciudadano chino, Pablo Chao, tras lanzarse del segundo nivel de la Embajada de Venezuela

El secuestro duró 12 días, y, además de la norteamericana, quien era agregada cultural de la Embajada de su país aquí, también estaban como rehenes el cónsul venezolano, Jesús Gregorio del Corral, el vicecónsul, Waldemar Alvarado Ríos, una secretaria, el chino, Chao, y un español de nombre Santiago Fuerte.

Con las informaciones a mano sobre la naturaleza de los secuestradores, el gobierno de Balaguer solo permitió que ellos se fueran con destino a Panamá, quedando el grupo de prisioneros políticos, encabezado por el doctor Plinio Matos Moquete, “con el moño hecho”, como se dice cuando se cree que se tiene algo seguro, y, todo falla.

Al otro día de irse los muchachos rumbo a Panamá, pagué yo con una horrible golpiza que me dieron los guardias de la Fortaleza La Concepción de La Vega, naturalmente autorizados por el verdugo Sánchez Aybar. –

 

 

 

 

                                              

 

 

 

 

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