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La triste madrugada del 2 de abril de 1974

Por: Adolfo Paniagua Contreras

Cuarta parte

Había que hacer algo

En honor a la verdad hay que consignar que en 1974 el MPD estaba en una encrucijada. Era menos que un partido, aunque como movimiento tenía la connotación de respetable fuerza de izquierda, no con la misma dimensión, pero sí con cierta similitud al Movimiento de Liberación Nacional Tupac Amaru (Tupamaros) de Uruguay; Los Montoneros, en Argentina, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua; Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador y otras organizaciones cuyos métodos de lucha para alcanzar el poder era la guerra revolucionaria, la guerra popular, unos, al estilo Cuba, otros, al estilo China, y así sucesivamente.

En República Dominicana el MPD, que había sido fundado en Cuba al fragor de la lucha contra la dictadura de Trujillo, estaba en una encrucijada porque, realmente, no creía que la vía electoral fuera el camino para llegar al poder, pero estaba formando parte de una coalición que se preparaba para acudir al proceso electoral de mayo de 1974: el Acuerdo de Santiago.

Carmen Mazara trata de tocar a su esposo, El Moreno, mientras era conducido hacia el exilio

Mientras la compañera Carmen Mazara viuda de Marino Nazario o Maximiliano Gómez (El Moreno) (asesinado el 23 de mayo de 1971 en Bruselas, Bélgica) hacía su papel de representar al partido en la cúpula del Acuerdo de Santiago, a nosotros, los que estábamos en los mandos medios y en la base, se nos informaba de cuál era el verdadero objetivo del MPD participar en esa conformación burguesa. El objetivo principal era aprovechar el auge de masas del Acuerdo de Santiago, para provocar un enfrentamiento armado con las fuerzas del balaguerismo, y que eso desencadenara en un estallido popular que arrastrara consigo a las mismas fuerzas conservadoras opositoras al régimen de turno.

Como meta de esa alianza con fuerzas de derecha y de centro izquierda (caso PRD), estaba la inmediata liberación de los principales dirigentes emepedeistas que se hallaban en la Penitenciaría Nacional de La Victoria. Entonces hablábamos de los 6 emepedé:  Rafael Taveras Rosario (Fafa), Moises Blanco Genao, David Onelio Espaillat Campos, Edgar Erricson Pichardo, ingeniero Cocuyo Báez y Héctor Antonio Jáquez Ortiz, cuya madre, Catalina Ortiz, se suicidó en 1970 tras ver por la televisión la imagen de éste vestido de militar y el rostro ensangretado cuando fue capturado por las fuerzas represivas de Balaguer.

El grupo estaba acusado del secuestro del agregado militar de Estados Unidos en el país, coronel Donald Joseph Crowley.

Para ese tiempo el MPD estaba prácticamente acéfalo, porque sus principales dirigentes estaban presos, en el exilio, y los que no, muertos; y otros en máxima clandestinidad por la sistemática represión en su contra.

Al parecer Balaguer no estaba ajeno al objetivo central del MPD en el Acuerdo de Santiago, y, probablemente, por eso nunca dejó de perseguir, encarcelar, desaparecer o matar miembros de la organización. Recuerdo la tenaz persecución contra Tácito Perdomo Robles, Enrique Rivera Mejía, así como el encarcelamiento de Negro Peña, alias Fonso, Freddy González (Isaías o el Flaco); y la desaparición de los militantes Pablo Liberato Rodríguez y Eddy González, en San Francisco de Macorís.

Frente a ese panorama, nos desesperamos, de ahí que el Comité de Militantes Stalín García, de La Vega, donde nos encontrábamos en calidad de supervisor de dicho mecanismo, decidió realizar la acción de la Junta Electoral, con dos propósitos: 1.- Demostrarle al Acuerdo de Santiago que Balaguer ya tenía un fraude montado, por lo que era una aventura más acudir a elecciones en esas  circunstancias y, 2.- Reforzar el poco armamento de que disponíamos, despojando a los custodios de la Junta Municipal Electoral de sus armas de reglamento, pero, sin atentar contra sus vidas.

En la planificación de esa acción nos fuimos muy lejos al no consultar al organismo regional correspondiente, ni tampoco al Comité Central del partido. Lo hicimos bajo las premisas de que, internamente, había numerosas circulares donde se instaba a los organismos de militantes y cuadros de la organización a emprender acciones militares que desencadenaran una confrontación entre los partidos del Acuerdo de Santiago y el balaguerato.

 

 

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