Las parafilias (8)
TEMAS DE MEDICINA
“No exagero cuando afirmo que la enfermedad psíquica en la infancia posee una relevancia especial y una trascendencia que supera a la mayoría de las enfermedades que el hombre puede padecer a lo largo de la vida”. Dr. Rodríguez Sacristán.
Por: Adolfo Paniagua Contreras
Voyeurismo
En el común de la gente se conoce este trastorno con el nombre vulgar de “fisgón o mirón”, y es posible que, de voyeur, término del francés que significa ver, degenerara a la expresión “bueyero”, que usan, principalmente, los campesinos del Sur de República Dominicana.
Un voyeur o voyerista (en español) es la persona, varón o hembra, que acecha a alguien, especialmente de sexo opuesto, en el momento en que se desviste, se baña o tiene relaciones íntimas, con la inquietud o pulsación de saciar sus fantasías sexuales, que pueden desencadenar en violación, masturbación, o quedar en mera curiosidad, todo ello producto de un cuadro atípico de conducta sexual que la psiquiatría rehúye involucrar con los trastornos de la personalidad y que, además, solo admite como trastorno parafílico bajo ciertas premisas.
Este comportamiento, aunque necesariamente no se asocia a disfunción sexual, tiene, sin embargo, un importante referente en la pornografía, ya sea gráfica o audio visual, aunque, para J. Morrison: “La diferencia es que la gratificación de un voyeurista deriva de mirar a personas ordinarias que no se dan cuenta de que están siendo observadas”. (1-2), es decir, el mecanismo de la acechanza es un juego de “cazador” que al lograr visualizar su víctima desnuda o en íntima relación venérea, complace sus bajos instintos o pulsaciones en honor a la causa de todas las abominaciones sexuales, sean estas psicógenas o naturales: la lujuria, un defecto capital que la mayoría de los humanos tienen, pero reniegan enfrentarlo, y, por el contrario, lo sumergen en el subconsciente, frente a los convencionalismos éticos, morales, culturales, psicosociales o religiosos. “Las vivencias sexuales “no corrientes” han vivido durante siglos ocultos en la selva de la vida sexual de la gente “normal”. Y sólo se les cataloga como perversos desde finales del siglo XIX”.(2-1)
Pérdida de autoridad
Lo inverosímil de la psiquiatría como ciencia que estudia los trastornos mentales en su interacción con la neurofisiología, es que ha ido perdiendo autoridad ante los comportamientos sexuales de muchas personas del Siglo XXI, que han ido subvirtiendo lo que hasta hace poco se consideraba normal, para asumir roles que no son de su competencia, lo que viene influyendo en que trastornos reales parafílicos, como la homosexualidad, bisexualidad, lesbianismo, etc., ahora no encajan en esa denominación, como si la cultura estuviera narigoneando la ciencia. Es lo que se desprende de esta afirmación: “Con base en los estándares actuales, la mayor parte de los individuos no recibiría el diagnóstico de trastorno parafílico”. (1-2). Cabe preguntarse: ¿Cuáles son esos estándares? Tal vez la admisión del programa de los gay y demás viandantes contra Natura.
Requisito
Para calificar o empadronar a una persona en el cuadro de los trastornos parafílicos, el DSM-5 pone como condición que el individuo repita los actos morbosos o sea afectado por tensiones y disfunciones. Pero esto tiene la dificultad de lo no evidenciado, que se justificaría más en ciencia jurídica que en ciencia médica. De lo contrario, supondría la existencia de un psiquiatra fiscalizador que pueda llevar un registro de cada acto o manifestación sexual de una persona, para saber si repite o no las conductas aberrantes que encajan en la nomenclatura de la Asociación Americana de Psiquiatría.
Inicio
Se conceptúa que es en la etapa de la adolescencia cuando aparecen las manifestaciones voyeristas, y que por cada 4 hembra hay 12 varones con el trastorno, que, si no se corrige a tiempo, termina haciéndose crónico, sin importar que los sujetos con semejante morbo lleven vida sexual normal.
Es posible que la edad cronológica de inicio del fisgoneo que refieren algunos textos sobre salud mental, no refleje la realidad. Tal vez sea mucho antes, desde la infancia o la pubertad, si se toma en cuenta que de los atributos del ser humano no hay nada que llame más la atención que lo que se refiere a la sexualidad manifiesta principalmente en las gónadas, que, pese a estar ocultas a la vista, son externas en el organismo humano, no como ocurre con otros órganos, como las vísceras, cuya vestimenta es el mismo organismo físico. “La sexualidad necesariamente lo invade todo en la vida de la persona: bajo una u otra forma, por más que intentemos camuflarla”. (2-1)
Se cree que de los trastornos de parafilia el voyerismo es uno de los más frecuentes. La literatura popular, escrita o verbal, está llena de relatos jocosos sobre acciones de voyeristas, especialmente en las zonas rurales de muchos países. La divisa del fisgón es no ser visto, pero a él no le importa dejar el pellejo tras una escondida brusca, con tal de que sus ojos alcancen el objetivo. –
1-2) J.Morrison, Guía para el Diagnóstico Clínico, p.586.
2-1) Silverio Barriga Jiménez, La sexualidad como producto cultural. Perspectiva histórica y psicosocial. Págs 9,15
Otro: Edgar Belfort Garbán et al, Salud Mental Infanto Juvenil Prioridad de la Humanidad: (Depresión en el Niño y el Adolescente): Dres. Juan Carlos Martínez Aguayo y Edgard Belfort Garbán, pág. 423